La pandemia ha adelantado el uso de las nuevas tecnologías, entre 5 y 7 años, según algunas voces expertas. Algo que también se ha dejado sentir en el sector secundario dando paso a la llamada Industria 5.0. Fenómeno que, a través de la modernización de las fábricas, persigue aumentar la productividad con la vista puesta en la creación de bienestar social, así como en la sostenibilidad tanto ambiental como aquella relativa a afrontar las crisis venideras inherentes a la evolución del capitalismo. A su favor, resulta crucial el hecho de que las administraciones públicas apuesten con fuerza por la digitalización verde como una de las principales vías de superación de la coyuntura actual. Las empresas, por su parte, se encuentran en una encrucijada decisiva: renovarse o morir. En esas estamos.
En estas circunstancias, los emprendedores se baten el cobre, en primer lugar, para mantenerse a flote y, acto seguido, para ampliar su margen de beneficio en tiempos inciertos. Su estrategia, a este respecto, pasa por reducir, entre otras opciones, el minutaje de fabricación y las pérdidas asociadas a los fallos derivados de la mala calidad de sus procesos. Una tendencia que conlleva, entre otras alternativas, la automatización de las instalaciones.
A tal efecto, se han manifestado de gran utilidad distintas ciencias aplicadas, entre las que cabe reseñar la Inteligencia Artificial gracias a la información que brindan los datos y el Aprendizaje Automático que previene y resuelve futuros problemas del sistema, sin olvidar el Internet de las Cosas, el almacenamiento en la nube y la rapidez que proporciona la conexión 5G.
WIN-WIN
En esta misma línea, la revolución tecnológica aporta una visión más amplia de múltiples inputs clave como son el consumo energético, la seguridad en términos globales y, por supuesto, la propia capacidad del negocio en cuestión. De todo ello se desprende otra ventaja fundamental: servir conjuntamente a los intereses de clientes, proveedores, empresarios y gobiernos que conforman el grueso del ecosistema laboral, de manera que todos salen ganando. Ese anhelado ‘win-win’ que dicen los anglosajones.